Las siempre lúcidas reflexiones de Umberto Eco sobre el futuro de los medios de comunicación en papel, que ha recogido tan bien mi apreciado Miguel Ángel Villena en su crónica en El País, me llevan a preguntarme sobre el futuro de la prensa escrita tal y como la conocemos y a tener que valorar de nuevo negativamente su capacidad de adaptación al nuevo escenario comunicativo. Eco nos viene a decir que el papel ha muerto, pero que el papel sigue vivo. Depende de para qué. Para consumir información diaria en poco tiempo, en los apenas cinco o diez minutos que dedicamos entre semana a conocer lo más sustancial de la actualidad local, autonómica o nacional, el papel es sin duda un soporte desfasado. El web o el correo electrónico resulta mucho mejor. Los internautas lo sabemos, pero no los medios que se empeñan en maquetas llenas de contenido imposible de digerir en una jornada laboral.
Y ello me lleva al segundo vértice, el de las oportunidades y los riesgos del multisoporte, que tan mal han gestionado los periódicos, en especial los españoles. Las grandes cabeceras, pero también los medios más pequeños, cuentan con su propia web en la que replican los contenidos que el lector tiene en la edición en papel. Abortada ya hace unos años la aventura de Gumersindo Lafuente en elmundo.es, no existe ningún periódico que explote como merece su edición web, que es un mero clon de la de papel, en el mejor de los casos con un cierto nivel de actualización diario. ¿Por qué no se ha atrevido hasta la fecha ningún periódico a tener su propio periódico web fácil de leer, corto, rápido y con suscripción vía correo electrónico gratuita? ¿Por qué no se atreven a darle vida independiente? Quizás porque saben que el pez chico se comerá al grande, pero es que ya lo está haciendo, sobre todo en las audiencias y en el terreno publicitario. El problema es que ese pez chico no está creciendo como le correspondería a su medio, sino siguiendo el referente del hermano mayor, lo que implica que puede que vengan nuevos agentes capaces de desbancarle. Y aquí de nuevo he de citar a Gumersindo Lafuente, a quien en su día tuve ocasión de invitar a un curso en Menorca, y a su magnífico proyecto de medio sólo on-line Soitu.es. Los medios harían bien en pensar en Eco y en qué han de reconvertir sus medios on-line y en qué sus ediciones de papel, que quizás no tengan porqué ser ya diarias sino dejarse sólo para el fin de semana, para disfrutarlas en las mañanas de ocio que permiten una lectura más sosegada.
Y el tercer vértice que dibuja el prisma en el que se halla ahora mismo encerrada la prensa es el de su particular batalla en contra de los agregadores de contenido web, del tipo Google Reader, por ejemplo. Una batalla inútil, cuando no suicida. Porque, salvo contadas excepciones, ¿qué es hoy en día un periódico sin un gran agregador de contenido ajeno? En una ciudad como Castellón, Viagra pill whithout prescription las fuentes oficiales, las empresas y las agencias de comunicación generan diariamente un centenar de notas de prensa, un contenido que unido al de las agencias de noticias supone un porcentaje muy elevado del total de informaciones que ofrece a sus lectores, y que cada vez será mayor a medida que las redacciones propias mengüen.
La prensa escrita está encerrada en su particular laberinto del futuro y no es capaz de vislumbrar que más allá de sus visiones circulares estos tres vértices que he apuntado dibujan un prisma en el que puede encontrar su fin o quizás su solución.
A mí también me sorprende cómo la prensa escrita, dedicada a la comunicación y a la expansión de conocimiento diarios, se queda atrás en esta era tecnológica en la que parece que tenga que estar reñido el papel con el medio digital. Me sorprende asimismo la poca innovación que está dispuesto a experimentar el sector, que en ocasiones no va más allá de ofrecer alguna chuchería hogareña (tazas, cubiertos, básculas…). Está claro, el perfil del cliente ha cambiado, la tecnología es otra y los modelos de negocio estáticos no pueden funcionar eternamente, ya que los humanos necesitamos cambios. Nos estamos convirtiendo en consumidores de contenido (o, mejor aún, prosumidores, es decir, «productores» y «consumidores» de contenido). ¿Es esto malo? En mi opinión no, no es malo, simplemente es diferente.
¿Qué pensarían de nuestros contemporáneos aquellos precursores que en el siglo XIX supieron aprovechar los avances tecnológicos (ferrocarril e imprenta) para establecer un modelo de negocio en torno a los periódicos? ¿A qué les suenan las palabras de la Teoría de la Evolución de Darwin, que aseguró que la especie humana no sobrevivió por ser la especie más inteligente, sino por su capacidad de adaptación? ¿Por qué los medios no pueden volver a sus orígenes, cuando sus publicaciones eran semestrales, mensuales o semanales? Esto no es una guerra en la que, si me retiro, mi competidor gana. El sector periodístico, como otros, debe aprovechar las nuevas tecnologías del momento -así lo hicieron sus antepasados- para probarlas y adaptarlas a su medio del modo que más guste y más cómodo resulte a su público.
¿Cómo va a competir el papel con dispositivos tecnológicos como el Kindle DX (http://www.elpais.com/articulo/internet/Kindle/grande/leer/periodicos/elpeputec/20090507elpepunet_1/Tes) o aquel en el que está trabajando Microsoft
(http://www.youtube.com/watch?v=_BzUPJfVAoU (¡Ojo a su propuesta de periódico!, hacia el minuto 4)?
¿Por qué el periódico en papel tiene que ofrecer información, si la información, una vez impresa, ya no puede actualizarse? ¿No podría plantearse un modelo de periódico, por ejemplo, que ofreciese opinión sobre las informaciones relevantes del momento (puesto que la opinión no siempre tiene la misma necesidad de actualización que la información)? Si nos remontamos a los orígenes del periódico, nació como un medio de opinión, más que de información propiamente dicha. Las opiniones, especializadas, se dirigían hacia la cultura, la economía, las anécdotas… También en su origen las ventas eran escasas, ya que poca gente se podía permitir precios tan elevados -y la mayoría eran analfabetos…-. Eso hacía que tuviera un público específico: culto y de clase alta. Con el paso de los cambios sociales, los periódicos se convertirían en el medio de masas que conocemos hoy.
Lo que resulta incomprensible es que, llegados a este punto, los medios tradicionales vean el medio digital como un endemoniado competidor, cuando bien podría ser un aliado perfecto. Si una misma persona no es igual en su entorno laboral que en su tiempo libre, ¿por qué el medio digital tiene que ser idéntico al tradicional? No es el medio digital el que ha quitado cuota de mercado; han sido los obsoletos modelos de negocio los que no han dejado ver que las nuevas generaciones no tienen los mismos hábitos que el público de las anteriores. Cada cual, en su medio, debe saber encontrar su camino para seguir ofreciendo un servicio interesante al público, y en este caso, creo que volver a repasar los orígenes de la prensa escrita no es una mala idea.